jueves, 28 de mayo de 2015

Argentina Potëmkin.

Se cuenta que el gobernador y militar Grigori Potëmkin (se pronuncia Patiómkin en ruso) organizó un periplo de la zarina Catalina II de Rusia por la península de Crimea, pocos años antes conquistada por el Imperio Ruso. En ese viaje, contempló maravillada varias aldeas en las que la gente vivía alegre y próspera gracias a la ingente labor del gobernador.
Pero estas aldeas, bautizadas luego como "aldeas Potëmkin", no eran más que una fachada, una escenografía dispuesta para asombrar a la zarina y su comitiva. Eran bastidores que se montaban y desmontaban con el paso de la poderosa zarina.
¿Engañada o se dejó engañar, en una simulación silenciosa y cómplice?
Lo cierto es que las "aldeas Potëmkin" se siguen montando y desmontando una y otra vez en la campaña electoral argentina, muy lejos de la atribulada península de Crimea, y con otros actores que, también, simulan creer en esas escenografías de felicidad. ¿Cuáles son estas nuevas aldeas? 
Aldeas Potëmkin son grandes los actos multitudinarios y las caravanas, a las que concurren miles de personas enfervorizadas. No son más que montajes de líderes locales e intendentes que llevan a los suyos, para demostrar un "baño de masas" al candidato de turno. ¿Personas comunes, sin militancia ni adhesión partidaria? Poco o nada, alejadas por estas marejadas de banderas partidarias. Aldeas Potëmkin son las encuestas que circulan en muchos medios de comunicación, hechas a medida, como si fuesen confeccionadas por diestros sastres, para el regocijo del candidato. 
Los más memoriosos recordarán un slogan de tiempos de la olvidable presidente María Estela Martínez de Perón (a) Isabel -peronista o justicialista-: "Argentina potencia". Esta idea, que forma parte del imaginario febril de muchos argentinos, que cree que el país sudamericano tiene un rol fundamental y central en los destinos planetarios, no era sino otra pieza más de un gran rompecabezas del ilusionismo que encandila a millones de ciudadanos argentinos. Argentina no sólo no era potencia, sino que además en las calles se libraba una lucha abierta entre facciones armadas del partido gobernante, una de ellas manejada por el siniestro José López Rega, entonces ministro de Bienestar Social -ironía atroz-. "Argentina potencia" era otra versión, setentista, de "Argentina Potëmkin", como la que ahora inaugura un fastuoso y costoso centro cultural con el nombre de alguien que no era, precisamente, un hombre culto. 
Estas aldeas Potëmkin son burdos montajes, que se arman y desarman a la vista de todos. Algunos simulan creer porque son útiles para los mitos convocantes que estimulan la imaginación, ensueños de grandeza que paralizan la acción.
¿Hasta cuándo durarán estas escenografías? Hasta que el ciudadano común, de a pie, que no responde a ninguna estructura política ni recibe nada de los intendentes, se harte y mire del otro lado del montaje y, tras él, observe el mundo real que se pretende ocultar. Me permito ser optimista y creer que, un buen día, los espectadores pasarán a ser protagonistas y derribarán esas teatralizaciones simplonas de cartón y papel maché. 

jueves, 21 de mayo de 2015

La fuerza del espanto.

"No nos une el amor, sino el espanto; será por eso que la quiero tanto", escribió alguna vez Jorge Luis Borges.
¿Futurismo borgeano anticipando la coalición opositora que se está gestando en Argentina? 
Tras varios años de estar en una meseta entre el 10 y 12% de intención de voto para presidente, Mauricio Macri logró despegar a comienzos de este año y hoy se perfila como la gran opción opositora para las elecciones de este año. Tras dos períodos consecutivos como Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -la constitución local le impide un tercer mandato-, Macri no tiene otra opción que presentarse para la primera magistratura, que fue siempre su norte.
Tras años de ser demonizado como "la derecha", su gestión en la Ciudad aventó los espectros que lo intentan presentar como un ultraprivatizador desalmado. Macri se escapa de las taxonomías, siempre rígidas y fáciles para la tribuna, y ha logrado articular una alianza del PRO con la Coalición Cívica -léase, Elisa Carrió- y la Unión Cívica Radical.
En principio, el 10 de junio se inscribirá la alianza entre PRO, UCR y CC para participar juntos en las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) y dirimir una candidatura presidencial en común, con vistas a la primera vuelta de octubre y, eventualmente, la segunda en noviembre. El PRO (Propuesta Republicana) tendrá como candidato a Mauricio Macri, la UCR a Ernesto Sanz y la Coalición Cívica a Elisa Carrió. Las encuestas anticipan que Macri ganará por amplio margen esa elección, pero la alianza incluye listas comunes de legisladores en varias provincias, así como acuerdos para competir unidos en algunas gobernaciones.
El partido más organizado de la oposición es el radicalismo. De hecho, es un partido en el sentido clásico del término, con autoridades constituidas a nivel nacional y en cada provincia, con una convención nacional y comité nacional. Esto es parte del ADN constitutivo del radicalismo: en 1889, llegaron a Buenos Aires dos ejemplares del libro American Commonwealth, de James Bryce, que explicaba la forma de organización de los partidos en Estados Unidos. De sus páginas aprendieron Virgilio Tedín y José Nicolás Matienzo, y propusieron ese modelo para un nuevo partido que estaba naciendo: la Unión Cívica, del que en 1891 se desprendió la Unión Cívica Radical. Al radicalismo se le puede criticar su falta de eficacia en el gobierno, su excesivo apego al discurso como forma de hacer política, pero no se puede negar su vocación democrática ni su presencia territorial. Fuertemente apegado -y para bien- a preservar sus instituciones internas, a comienzos de este año celebró una convención nacional en Entre Ríos, en donde se decidió celebrar una alianza nacional con PRO, y que la candidatura presidencial de la UCR sería la del senador Ernesto Sanz, de Mendoza. Este hecho, en medio de la tempestad antipartidos que se vivió en los últimos años en Argentina, fue refrescante. Fue así como la UCR decidió, en su mayoría, aliarse a PRO y no al Frente Renovador de Sergio Massa, asestándole un duro golpe a sus aspiraciones presidenciales.
No obstante, como Argentina es un país federal, también hay coaliciones en cada provincia que no necesariamente se reflejan en la nacional. Pero también el PRO fue tejiendo estas alianzas en cada provincia, como en Córdoba, Entre Ríos, Tucumán, Jujuy, creando alternativas electoralmente competitivas, a las que también se sumó la variante local del Frente Renovador. Asimismo, esta alianza también se logró en la provincia de Buenos Aires, en la que la fórmula es encabezada por María Eugenia Vidal (PRO) y sería secundada por un vicegobernador radical, probablemente un intendente.
¿Por qué Mauricio Macri necesita al radicalismo? Esta alianza le abre las puertas a sectores de las clases medias urbanas que miran con recelo a Macri, así como le brindan un despliegue territorial no sólo en cada provincia, sino también en cada municipio. Es un partido centenario, que tuvo varios presidentes de la Nación en su historial y que, a pesar de los dos mandatos truncos de Alfonsín y De la Rúa, tiene la bancada legislativa opositora más numerosa en las dos cámaras del Congreso.
¿Por qué el radicalismo necesita a Macri? La UCR no tiene un candidato presidencial con chances de ganar o, por lo menos, de atraer a quienes fueron sus electores en el pasado reciente. Si bien la tradición yrigoyenista del radicalismo fue francamente hostil a la celebración de acuerdos con otras fuerzas políticas, la situación posterior a la crisis del 2001 obligó a este centenario partido a reconsiderar sus posiciones del pasado, por una cuestión  de supervivencia. Aun así, sostener la precandidatura de Ernesto Sanz en las PASO es vital para la UCR y la alianza que sostiene con PRO, ya que de otro modo esa porción de votos podrían migrar hacia la precandidatura de Margarita Stolbizer, una ex radical ahora aliada al Partido Socialista.
Los radicales son respetuosos de las instituciones y también del veredicto de las urnas: si Mauricio Macri gana las PASO de esta coalición opositora, se encolumnarán detrás de su candidatura rumbo a octubre. 
Por fuera de esta coalición quedarán las expresiones de la izquierda trotskista, el Partido Socialista, algunas expresiones peronistas disidentes y, terciando en las encuestas y por ahora sin lograr un acuerdo con PRO, el Frente Renovador de Sergio Massa.
¿Que une a esta coalición de PRO-UCR-CC? Claramente, los une el espanto. No hay amor, sino que hay espanto ante los años de atropello a las instituciones, el Estado de Derecho y las normas básicas de la honradez. Los une el espanto ante la continuidad light que propone el gobernador Daniel Scioli, principal precandidato presidencial del Frente Para la Victoria.
Esta elección es un torneo de espantos: si bien CFK utilizó el slogan "la fuerza del amor", su principal latiguillo es el miedo al retorno a los "satánicos" años noventa -los de Carlos Menem, senador aliado al bloque del Frente Para la Victoria-, a un nuevo gobierno radical, a las paranoicas conspiraciones planetarias contra Argentina. El kirchnerismo se espanta de un pasado dibujado a su medida; esta coalición opositora se une por el espanto ante un presente que puede prolongarse por cuatro años más.

sábado, 16 de mayo de 2015

De la guerra del cerdo, los hecatónquiros y el juez Carlos Fayt.

Ha comenzado la guerra del cerdo, persecución horrenda en la que los ancianos son atacados ferozmente en las calles de Buenos Aires por un vendaval juvenilista. No se trata de maltratos físicos como en la novela de Adolfo Bioy Casares, pero a un reconocido juez de la Corte Suprema se lo denigra por su avanzada edad. En el relato de ficción de Bioy Casares, los jóvenes eran azuzados por un demagogo para atacar a los mayores. En esta tempestad de comentarios denigratorios, que busca remover al doctor Carlos Fayt de la Corte Suprema, es acremente cuestionado por el kirchnerismo y, en particular, por la agrupación La Cámpora, dirigida por Máximo Kirchner, persona sin oficio y que apenas logró aprobar un puñado de materias de abogacía. El objetivo es lograr una nueva vacante en la Corte Suprema de Justicia, para poder colocar allí a un juez de simpatías kirchneristas cuando faltan pocos meses para que Cristina Fernández de Kirchner termine su mandato presidencial.
Nos cuenta Hesíodo, en su fascinante y a la vez áspera Teogonía, que los titanes se revelaron contra el dios Zeus, jefe del Olimpo. Se libró, entonces, una larga guerra entre las deidades olímpicas y los titanes, contienda que terminó cuando se sumaron los hecatónquiros como aliados de Zeus. Eran estos unos seres monstruosos con cien brazos, por lo que podían arrojar varias rocas simultáneamente, como una moderna ametralladora de proyectiles pétreos, contra los titanes. 
Cuando se trata de denigrar a alguien, las voces del kirchnerismo obran como los hecatónquiros: arrojan centenares de rocas de difamación al enemigo que CFK ha escogido, para lastimarlo sin piedad y hundirlo en las ciénagas del oprobio. No sólo actúa el coro de funcionarios y personajes de los movimientos sociales próximos al gobierno kirchnerista, sino también la frondosa red de medios que rinden pleitesía al oficialismo. Compiten, de un modo voraz, por ver quién es más creativo en la destrucción del enemigo del momento.
Es el turno de Carlos Fayt, juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Hombre de 97 años, jurista de prestigio colosal, con decenas de libros publicados y miembro del más alto tribunal de Argentina desde 1983, con el retorno al gobierno constitucional. La comisión de juicio político de la Cámara de Diputados le exige que se presente a un examen psicofísico, ya que el kirchnerismo arguye que no está plena posesión de sus facultades cognitivas.
Ya desde sus etapas iniciales, los Kirchner nunca se sintieron a gusto con el equilibrio de poderes. Al poco tiempo de asumir la presidencia, Néstor Kirchner (justicialista o peronista) reclamó en cadena nacional la renuncia de algunos jueces de la Corte Suprema de Justicia. Ante esta presión mediática, los ministros Nazareno, Vázquez y López renunciaron; tan sólo Eduardo Moliné O’Connor resistió hasta que fue removido por juicio político en el Congreso. La Corte Suprema había sido ampliada durante la presidencia de Carlos Menem (también justicialista o peronista) de cinco a nueve miembros, con lo que se aseguraba una mayoría que respaldaba la constitucionalidad de las normas en ese período. Si bien a partir de Kirchner el mecanismo de selección de los nuevos ministros de la Corte tuvo un proceso de gran transparencia con audiencias públicas, el más alto tribunal se manejó con bastante prudencia en su trato con el poder ejecutivo.
Estas manipulaciones a la composición de la Corte Suprema no son nuevas: es un rasgo distintivo de las administraciones peronistas. En 1947, el presidente Juan Domingo Perón (indudablemente justicialista o peronista) impulsó el juicio político a cuatro de los cinco jueces de la Corte por haber avalado el golpe de Estado de 1943, un gobierno militar del que fue secretario, ministro y vicepresidente. El único ministro que no fue juzgado, Tomás Casares, había sido nombrado por el gobierno militar del que Perón se consideraba heredero y continuador. Desde entonces, cada golpe militar o gobierno constitucional cambió la Corte Suprema hasta que, con el retorno a la vida democrática y la elección del presidente Raúl Alfonsín (radical), se nombra un nuevo alto tribunal de cinco miembros. De ese quinteto, hasta el día de hoy continúa Carlos Fayt, de 97 años, de quien la presidente Cristina Kirchner no ha podido evitar hacer comentarios ridiculizando su longevidad. En Argentina, los ministros del más alto tribunal no tienen un plazo pero, desde la reforma constitucional de 1994, se jubilan a los 75 años. No obstante, a Fayt no lo alcanzó el espectro del retiro, ya que es un juez anterior a esa reforma.
El mayor embate contra la independencia del poder judicial llegó de la mano de Cristina Fernández de Kirchner (justicialista o peronista): en 2013 propuso la “democratización de la justicia”, un eufemismo que encubría la politización del Consejo de la Magistratura. En la Constitución argentina, por su reforma de 1994, se creó este organismo y claramente se estipula cuáles son las instituciones que eligen a los miembros. El propósito de Cristina Kirchner era partidizar este organismo al sumarle miembros electos por el voto directo de la ciudadanía. La Corte Suprema, ante lo claro y evidente, debió declarar inconstitucional este procedimiento de elección directa. El más alto tribunal ha vuelto a tener un total de cinco miembros y para la única vacante disponible -por la jubilación de Eugenio Zaffaroni-, el gobierno propone al joven simpatizante K y abogado Roberto Manuel Carlés, de 33 años, que tiene algunos agujeros negros en el curriculum presentado, por lo que son varias las entidades que adelantaron que impugnarán su pliego en las audiencias públicas. Su elección a la Corte Suprema es de la máxima importancia ya que, si el Senado llegara a aprobar su nominación, podría estar allí durante los próximos ¡cuarenta años! 
Con la remoción o renuncia de Carlos Fayt, el kirchnerismo tendría el obsequio de dos vacantes en la Corte Suprema, a pocos meses de la asunción de un nuevo primer magistrado, de la mitad de la cámara baja y de un tercio del Senado. Dos de cinco ministros de la Corte alineados con CFK, es un poderoso escudo contra cualquier investigación sobre las acusaciones de corrupción de ella, su entorno y demás funcionarios de este gobierno. 
Es claro que Fayt no tiene la fiereza del león para intimidar a sus enemigos, pero sí la astucia del zorro para no caer en las trampas, como sugería Maquiavelo al príncipe. Está sabiendo manejar los tiempos y el miércoles 13 de mayo se presentó en la sede de tribunales para ratificar la acordada por la que se reelige como presidente de la Corte, hasta el 2019, a Ricardo Lorenzetti. 
Los ímpetus juvenilistas de La Cámpora, como todo movimiento generacional, tiene fecha de vencimiento: tras ellos, inexorablemente vendrán otros más jóvenes que los cuestionen. La edad no es un argumento, más aún tratándose de una eminencia jurídica como Carlos Fayt que, de retirarse, probablemente lo haga después del 10 de diciembre de este año. Mientras tanto, Fayt evitará en lo posible hacer declaraciones y el juego mediático de los hetacónquiros de la denigración, ya que los jueces sólo hablan a través de sus sentencias. O, por lo menos, así debiera ser.

jueves, 14 de mayo de 2015

Malabares electorales

Argentina se halla en un ajetreado proceso electoral, ya que el 10 de diciembre asumirá un nuevo presidente tras doce años de gobierno de los Kirchner y su Frente Para la Victoria (FPV).
Como es un país federal, cada provincia determina su fecha de elecciones locales -gobernador, legisladores provinciales, intendentes y concejales-, por lo que ya en algunos distritos se están produciendo recambios que indican el desgaste del Frente Para la Victoria. No obstante, los ciudadanos no siempre eligen lo mismo para los gobiernos provinciales y municipales, que para la Nación.
Pero sí pueden ir señalando un cambio de humor, así como pueden ir preparando el terreno para fortalecer o debilitar a los candidatos de la oposición.
En Argentina hay 23 provincias y una ciudad autónoma, Buenos Aires. Cada uno de estos distritos tiene su propia constitución, legislatura -bicameral o unicameral-, poder judicial, policía, escuelas y sistema de salud. Cada uno de estos distritos elige tres senadores, en tanto que la cantidad de diputados es proporcional a la población, aunque esto no se ha actualizado en los últimos tres decenios.
2015, pues, será un año extenso, al que se agrega que por primera vez se emplearán las PASO para su auténtica finalidad, que es la de dirimir entre varios precandidatos. Las PASO son Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. Todos los partidos y alianzas deben concurrir a ellas, y los ciudadanos están obligados a sufragar. Por un lado, obliga a las fuerzas políticas a abrirse ante la ciudadanía, ya que en los últimos años primaron los acuerdos a dedo, y se presentaban las listas de candidatos como un hecho consumado. Por el otro, son una enorme encuesta que permite conocer realmente el estado de la opinión. 
En 2011 se implementaron por primera vez las PASO, pero en esa instancia cada partido presentó un solo candidato, como si fueran las elecciones generales. Así, quien salió fortalecida al alcanzar el 52% fue Cristina Fernández de Kirchner. Y entre las fuerzas de oposición hubo reacomodamiento en la elección general: el socialista Hermes Binner, que en las PASO había salido cuarto, en las generales pasó a ser la segunda opción más votada, aunque muy lejos de CFK. Claro que esto suma una nueva instancia electoral: en agosto se celebran las PASO nacionales, en octubre son las elecciones generales -presidente, diputados, senadores, y algunas provincias con sus autoridades-, y luego en noviembre la eventual segunda vuelta presidencial. De acuerdo al analista Carlos Fara, las PASO funcionarán como una primera vuelta, por lo que en octubre se polarizará entre dos opciones, sin necesidad de pasar a una nueva elección en noviembre.
La reforma constitucional de 1994 introdujo una peculiaridad: a la elección directa del presidente y vicepresidente, le agregó que si un candidato obtiene el 45%, ya resulta electo como primer magistrado. Si el más votado tiene 40% y supera en diez puntos al segundo, también es electo presidente sin necesidad de un ballottage. Modificación hecha a la medida del peronismo, que siempre se aproxima a ese porcentaje.
Pero el peronismo se fragmentó en 2013, cuando Sergio Massa creó el Frente Renovador en la Provincia de Buenos Aires, en donde se concentra el 38% del electorado, y ganó ante el Frente Para la Victoria. En esa elección legislativa, Massa encabezó la lista de diputados nacionales e ingresó a la Cámara Baja, dejando la intendencia de Tigre en manos de un fiel seguidor, Julio Zamora.
Esto le permitió a Sergio Massa distanciarse del gobierno kirchnerista -del que fue funcionario y jefe de gabinete de ministros- y catapultarse como una opción presidencial. La apuesta fue arriesgada y requirió de mucha iniciativa para mantenerse en los primeros planos de la escena política. Durante más de un año encabezó las preferencias en los sondeos, pero a partir de inicios del 2014 su figura comenzó a palidecer.
Argentina es un país de presidencialismo fuerte, con tendencia a la hiperejecutividad. Es un enorme sol que tiende a devorar a los planetas que giran en torno a él. El kirchnerismo exacerbó esa fuerza de atracción, opacando al Congreso, al Poder Judicial, a los gobiernos provinciales, a los partidos políticos. Y agregamos: a los medios de comunicación, a la sociedad civil, a los gremios, los movimientos sociales, a los empresarios. Esta hiperejecutividad fue aceptada por la enorme mayoría de la ciudadanía, temerosa de otra hecatombe como la de diciembre de 2001 y su extraña danza de presidentes efímeros.
¿Carrera presidencial de tres con Scioli, Macri y Massa? Pareciera ser que no. Mauricio Macri, el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ha sabido tejer una red de alianzas que le permite extender su candidatura presidencial por todo el extenso territorio argentino. Su partido, PRO, no está reconocido en todas las provincias. Como es un régimen federal, los partidos obtienen la personería en cada provincia, y sólo el Partido Justicialista (integrante principal del Frente Para la Victoria) y la Unión Cívica Radical tienen personería en los 24 distritos. La alianza de PRO con la UCR y la Coalición Cívica -liderada por Elisa Carrió-, que en las PASO de agosto dirimirán su candidatura presidencial común, fortaleció a Mauricio Macri más allá de Buenos Aires. La suma del senador Reutemann, dos veces gobernador de Santa Fe y famoso por su trayectoria deportiva, le agregó el elemento peronista que necesita. Los triunfos de PRO en las PASO de la provincia de Santa Fe y Ciudad de Buenos Aires lo presentan como un candidato fuerte hacia octubre. Los candidatos de Massa, en cambio, tuvieron un papel deslucido en Santa Fe, y en la Ciudad de Buenos Aires no lograron pasar el umbral del 1,5%.
La aparente solidez de Massa se empezó a desvanecer en el aire: hábil e ingenioso, ha intentado demostrar a los suyos que su candidatura presidencial sigue en pie, y que no piensa "bajarse" a la candidatura por la gobernación bonaerense. El intendente Jesús Cariglino así lo pidió, y fue expulsado del Frente Renovador: soñaba con Macri presidente y Massa gobernador, un binomio imbatible. Por otro lado, el intendente Darío Giustozzi aspiraba a ser el único candidato a gobernador bonaerense del Frente Renovador, pero en las encuestas lo sobrepasa Francisco de Narváez. Pegó el portazo y, quizás, retorne al Frente Para la Victoria. Massa hizo una gran demostración de movilización en un acto en el estadio de Vélez el 1° de mayo, sobre todo de cara a los suyos. Pero estos actos no significan crecimiento en la intención de voto, ya no generan adhesión: en la nueva era de las comunicaciones, es un episodio que no retiene la atención. ¿Considera postularse a gobernador? Con poco más de cuarenta años, uno o dos períodos como gobernador de la Provincia de Buenos Aires lo potenciarían como un presidenciable en cuatro u ocho años. Es el distrito en el que se resolverá todo: su gobernador, Daniel Scioli, es la mejor carta del Frente Para la Victoria para retener la presidencia. Mauricio Macri tiene una apuesta interesante y renovadora con María Eugenia Vidal, la actual vicejefa de la Ciudad, que con su perfil orientado hacia lo social le da un rostro humano a PRO, y que está creciendo sostenidamente en las encuestas.
En junio se deben presentar las alianzas electorales: allí quedará claro el mapa hacia las PASO de agosto. Hasta entonces, habrá pases, desplantes, promesas, noviazgos y divorcios. Tiempo de malabares, con varias bolas girando velozmente en el aire.