jueves, 25 de junio de 2015

Las fórmulas de la química electoral.

El sábado 20 de junio, jornada en la que se conmemora el fallecimiento del abogado y general Manuel Belgrano -quizás la figura intelectualmente más interesante del proceso de emancipación-, se presentaron las listas que habrán de competir en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 9 de agosto. Diez días antes se habían presentado las alianzas partidarias, pero siempre cabe la posibilidad de que ese esquema se altere con la presentación de las listas de candidatos, ya que algunas figuras pueden aparecer como "extrapartidarios" bajo otra denominación política. 
Los manuales de las fórmulas electorales en Argentina señalan que uno de los dos miembros de los binomios presidenciales, sea el presidente o el vicepresidente, tiene que ser de Buenos Aires -la Ciudad Autónoma o la Provincia-, en tanto que el otro debe ser de otra provincia. Este esquema se viene aplicando desde 1862, cuando Bartolomé Mitre asumió como presidente de la República Argentina unificada tras la batalla de Pavón, junto a Marcos Paz, político tucumano. Es una regla no escrita, pero que se ha observado con bastante rigurosidad. La única excepción -y fugaz en su ejercicio- fue la de Fernando de la Rúa y Carlos "Chacho" Álvarez, electos en 1999. Si bien De la Rúa nació en Córdoba, desarrolló toda su carrera política y profesional en la Ciudad de Buenos Aires, siendo el primer Jefe de Gobierno electo por voto popular en 1996. De la Rúa había representado a la Ciudad de Buenos Aires como senador y diputado, en tanto que Chacho Álvarez también era diputado por la metrópoli porteña. Pero en esa circunstancia, Álvarez acompañó a De la Rúa para fortalecer a la Alianza, la unión entre la UCR y el Frepaso, que a su vez era otra alianza de partidos (Frente Grande, Partido Socialista, Partido Demócrata Cristiana). Y como si fuera una muñeca rusa, el Frente Grande nació como una alianza de partidos...
Desde esta perspectiva, la fórmula presidencial de PRO tiró a un costado el manual, presentando una fórmula también porteña. PRO todavía no tiene figuras de peso en otras provincias, aun cuando van surgiendo nuevos liderazgos, como para ocupar la vicepresidencia. No obstante la porteñidad del binomio, ambos son figuras reconocidas y que ya trascienden los límites de la avenida General Paz, el límite de la Ciudad con la Provincia de Buenos Aires.
El Armagedón se librará en la Provincia de Buenos Aires, más específicamente en el conurbano bonaerense y, sobre todo, en la tercera sección electoral, que reúne la parte meridional de ese gran conglomerado. Es ese el núcleo duro del voto peronista que apuntala la candidatura de Daniel Scioli, hoy gobernador provincial. El conurbano, en su conjunto, reúne el 23% del electorado argentino. Es, en sí mismo, más importante que varias provincias: la Provincia de Santa Fe es aproximadamente un 9% del electorado total.
Daniel Scioli ya tiene una larga trayectoria política desde los años noventa, cuando en 1997 ingresó a la Cámara de Diputados por iniciativa de Carlos Menem representando a la Ciudad de Buenos Aires. Fue reelecto diputado en 2001 y luego, durante la agitada presidencia de Eduardo Duhalde, se desempeñó como secretario de Turismo y Deporte. En 2003 fue electo vicepresidente de la Nación, acompañando al poco conocido gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner. En ese espacio, aprendió que debía guardar silencio y acatar la voz de mando. En 2007 se presentó a gobernador de la Provincia de Buenos Aires y fue reelecto en 2011. En 2009, acompañó como candidato "testimonial" a Néstor Kirchner en la lista de diputados nacionales, junto a Sergio Massa y la actriz Nacha Guevara. A pesar de todas y cada una de las demostraciones de subordinación al kirchnerismo, ese sector político lo observó siempre con recelo, siendo objeto de burlas, maltratos y desplantes.
Daniel Scioli se mantuvo firme, frío e imperturbable como una estatua de mármol, apuntando a su objetivo mayor: la presidencia de la Nación. En 2011, Cristina Fernández de Kirchner le impuso un vicegobernador ultra K como Gabriel Mariotto. A pesar de que el fallido Florencio Randazzo, hasta ahora ministro del Interior y Transporte, intentó jugar en las PASO como el verdadero candidato K, los números de las encuestas llevaron a que la presidente Cristina Fernández de Kirchner lo bendijera como el candidato preferido. La señal fue el acompañante de fórmula de Scioli: Carlos Zannini, secretario legal y técnico, un ultra K desde los tiempos en que Kirchner gobernaba en Santa Cruz. De antigua militancia en el maoísmo -¿aventura juvenil o auténtica matriz ideológica?-, Zannini tuvo una conversión al peronismo de la mano de Néstor y Cristina Kirchner.
¿Qué le aporta electoralmente Zannini a Scioli? Desde el punto de vista de los votos, nada. Es un gran desconocido para quien no sigue al detalle a la política argentina. Pero sí es un mensaje hacia dentro: el kirchnerismo apoya a Scioli. Scioli no es kirchnerista, sino sciolista, pero su margen de acción estará sumamente acotado. A esto se suman los candidatos a diputados y senadores que el kirchnerismo puro logró introducir en las listas, relegando a quienes se identifican como Partido Justicialista. La presencia de la agrupación La Cámpora, dirigida por el poco locuaz y de olvidable paso por las aulas universitarias Máximo Kirchner, no sólo se hará notar en el Congreso argentino, sino también en la estratégica y casi inadvertida Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, donde contará con una nutrida bancada y gran cantidad de recursos.
Pero la presencia de Zannini es, también, una señal preocupante para los inversores y para aquellos que, cándidamente, querían creer que Daniel Scioli significaba una ruptura moderada con respecto a los huracanes kirchneristas. Scioli se representa como la figura de la continuidad, para quien el cambio es retroceso y no avance, y que nada habrá de modificar en cuanto a la falta de calidad institucional y de transparencia, la economía maniatada por una madeja de regulaciones y políticas clientelistas. El kirchnerismo no habrá de transformarse en sciolismo, porque el kirchnerismo es un nuevo movimiento en sí mismo, con sus propios mitos movilizadores, su narrativa épica y sus símbolos. El binomio Scioli-Zannini se puede leer como un mensaje hacia dentro, a los propios, pero también de continuidad en el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner más allá de diciembre de este año.
Sergio Massa apunta a la peronización de su perfil, y tendrá una PASO con el gobernador cordobés José Manuel de la Sota. Quiere asegurarse una franja del electorado que no se siente plenamente representada por las otras dos opciones, pero que va adelgazando a medida que se aproximan los comicios.
Si las elecciones fuesen este fin de semana, habría una polarización entre Scioli-Zannini y Macri-Michetti, quedando más atrás Sergio Massa, Margarita Stolbizer y los otros dos competidores que Cambiemos tiene en las PASO: Ernesto Sanz y Elisa Carrió. Pero de aquí al 9 de agosto falta más de un mes en el que, como suele ocurrir en Argentina, un episodio lo puede alterar todo.

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